Breve
reseña histórica de esta técnica
Raku significa: goce, felicidad, placer, satisfacción, gloria del
día.
Existen dos versiones acerca de la manera en que comenzó esta particular
forma de cocer las piezas. Una dice así: alrededor de 1550, luego de un
gran desastre natural ocurrido en Japón fueron llamados numerosos
ceramistas coreanos para ayudar en la reconstrucción de las casas, uno
de ellos fue Chojiro, hijo de Ameyra. Como no daban abasto con la
producción comenzaron a sacar las tejas cada vez más calientes
ayudándose con pinzas, así descubrieron que soportaban muy bien
el choque térmico, gracias a una gran cantidad de arena que
contenía la pasta.
Otra versión dice que Chojiro, debido a la gran demanda que
tenían las tazas para la ceremonia del té, comenzó a
sacarlas incandescentes del horno ayudándose con una pinza.
En lo personal me inclino por la segunda teoría ya que en aquella
época era costumbre que cada señor feudal contara con numerosas
vajillas para la ceremonia del té y que eligiera un maestro para
organizar todo lo relacionado con dicha ceremonia; a su vez dicho maestro
elegía a un ceramista para que realizara las piezas. Sen-no-Rikyu, gran
maestro de la ceremonia del té en Kyoto, tomó como protegido a
Chojiro y lo presento ante Hideyoshi, el Señor Feudal para quién
trabajó toda su vida.
La sencillez de las formas de los cuencos Raku, sus colores y la austeridad en
lo estético coincide con los ideales del budismo Zen: tranquilidad,
recogimiento, austeridad, equilibrio.
Los colores que originalmente se usaron fueron el negro (Kuro-Raku) y el rojo
(Aka-Raku; estos colores fueron adoptados no sólo por la facilidad en su
obtención (uno se obtenía de una piedra en el río Kamo y
el otro a partir del óxido de hierro) sino por su contraste con el color
verde del té.
....
Algo similar ocurre con las formas de estos cuencos. Deben mostrar firmeza,
equilibrio y una determinada textura agradable al tacto y al contacto con los
labios. No olvidemos que los cuencos utilizados para esta ceremonia no son
simples objetos utilitarios sino que tienen un fuerte soporte
filosófico.
A principios del siglo pasado Bernard Leach, un ceramista Inglés,
visitó Japón y, como lo cuenta en su libro “El Manual del
Ceramista”, tuvo oportunidad de conocer esta técnica que lo
deslumbró de inmediato. Durante su estadía en ese país se
dedicó a ella y de regreso a Inglaterra la hizo conocer tal cual la
había aprendido.
Más tarde un ceramista norteamericano la introdujo a los Estados Unidos y
así fue como llegó a manos de Paul Soldner, padre del Raku
occidental quien le imprimió los cambios que hoy caracterizan esta
técnica: la reducción y el ahumado.
|